Acabo de ver en TVE un documental sobre la vida y la obra de Pilar Miró, y he vuelto a sentir la misma angustia que cuando los ataques contra su persona se sucedían entre 1986 y 1989 siendo ella Directora de Radio Televisión Española. Hiciera lo que hiciera los guerristas del partido socialista que nunca estuvieron conformes con el cargo que Felipe González le había ofrecido, se dedicaban sistemáticamente a desprestigiarla y acusarla de ineficacia o desconocimiento del medio, de la forma más injustificada, como si el mundo de la política, el de entonces y el de ahora, tuviera tantos hombres y mujeres, con el nivel profesional y la capacidad de trabajo que tenía Pilar Miró.
No había vuelto a pensar en esa forma que tenemos los españoles de hundir en la miseria a los que no pertenecen al grupo atacante. Y de una forma infinitamente más feroz si la encausada es una mujer.
La forma de vivir y de comportarse de Pilar Miró tenía todos los números para horrorizar a los que apuestan por las mujeres sumisas y obedientes. Siento decirlo pero todo parece indicar que son muchos los que no acaban de encajar que les sobrepase el talento, de una mujer, su lucha al poner en marcha un proyecto, y su capacidad de gestionarlo.
Es así, hay muchos hombres que no soportan que nadie los gane y mucho menos una mujer. Y como son incapaces de reconocerlo no les queda más que el insulto, la descalificación, la calumnia y cualquier otra arma mortífera para vencerla y aniquilarla. Sé bien de lo hablo.
Así fue la historia política de esta mujer que ya había demostrado ser dueña de su cuerpo y de sus convicciones. Tuvo un hijo cuando quiso tenerlo y con quien quiso tenerlo, y vivió con él durante toda su vida sin desvelar jamás el nombre del padre. Estudió derecho, periodismo y cine. Trabajó en TVE desde 1960 como ayudante de redacción y realizadora y pasó enseguida a dirigir sus propias películas. Y en 1986 fue Directora de Radiotelevisión Española hasta 1989 en que por una serie de acusaciones graves dimitió y durante meses se sentó en el banquillo de los acusados hasta que logró demostrar su inocencia y acabó ese vil escándalo provocado por el resquemor y la envidia.
Inteligente, luchadora, incansable, dotada de gran talento para la ficción cinematográfica, supo hacer frente sola a los fantasmas de la venganza y la envidia movidos por el deseo de hundirla profesional y humanamente.
Sí, era también una mujer con coraje, incluso mal genio, pero vulnerable y sensible y de salud delicada que, según sus mismas palabras, supo arrostrar sola la recuperación de su vida desde la caída en el fango donde el juicio la había llevado. Siguió haciendo cine y sorprendió al mundo con una bellísima película, El perro del hortelano, cuyo gran éxito le devolvió prestigio y seguridad.
Murió de un infarto a los 57 años, un soleado domingo del mes de octubre de 1997.
Es inevitable: las mujeres como ella con voluntad de libertad e independencia, han de sufrir los embates de la envidia y de la misoginia.